Les Colifatas et Manu Chao

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Es probable que «Viva la Colifata» no sea la mayor obra de arte de Manu Chao. Él lo sabe, porque, no hay dudas que este protagonismo se lo llevan los colifatos. Una manada de locos de la cercana Argentina, que vieron en la extravagancia de Manu la puerta al precipicio para echar la vida volar con amor, con sinceridad, con locura. Vieron en ese micrófono lo que las pastillas, los psicólogos y los psiquiatras jamás han logrado producir: libertad.

“LT22 Radio La Colifata” es una radioemisora donde se habla de todo. Es un medio donde los internos, y aquellos que ya no lo son tienen el espacio que la sociedad y el Estado les ha quitado. Ahora, ya no basta con ignorar y excluir al que es denominado como «loco», en estos momentos se le expulsa, se le encierra en un lugar oscuro, y luego lo mandan a vivir a la calle. Por esto, Manu Chao y su mente creativa aterrizaron en La Colifata, en Buenos Aires, en la frecuencia de 100.1 MHz.

El disco es un machazo de principio a fin. En un segundo, aparecen una infinidad de voces relatando temas como el sol, la iglesia católica, el amor, la paz, el tango, la locura. «Sabias palabras» que me hicieron levantar de mi sofá y apegaron mis oídos a las demandas y comentarios de los «locos». Allá las acciones del día diario, en ese momento era yo y ellos. Mis locuras y sus locuras.

La cantidad de temas sociales que son tocados en esos 29 minutos son gigantescos. Se repiten las frases emitidas de esa radio, cambian las bases del fondo, los tonos de voz. La locura se mueve entre sinfonías musicales y es capaz de encantar gracias a las transmisiones de aquellos que la sociedad nunca nos ha dejado conocer bien: los locos.

El trabajo llega a su cima cuando un par de colifatos recuerdan a sus respectivas madres. Llega allá no solamente porque sea un tema sensible, sino porque se relatan historias personales, ya que paralelamente el sonido cruel de una guitarra sigue cada una de las vivencias cargadas de pena, de inocencia infantil.

«Viva la Colifata» encanta por su creatividad, por su esfuerzo constante de relatar los pensamientos y los recuerdos de los colifatos, de los locos, de los maniáticos que, con una simple radioemisora, se encargan de encantar a una parte de la gran Buenos Aires. Nada de chismes, ni historias sangrientas ni colores políticos, sólo vivencias. Al estilo de Manu Chao.

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