Gatti

Leí y escuché de Eduardo Gatti cuando tenía unos 12 o 13 años. Como siempre, descubrí al poeta y compositor chileno buscando cosas que no tenían nada que ver con él. A su vez, conocí una canción de Eduardo que ha sobrepasado las raíces más profundas: Los momentos. Ésa la que es un lamento convertido en melodía, con retoques de melancolía que refleja -aunque nos duela- que los momentos que anhelamos, no todos se logran.

Esta generación tiene el veneno de olvidar a aquellos que, con guitarra en mano y mente trovadora, viajaron por la larga y angosta franja de tierra repartiendo melodías afinadas en momentos desafinados. Hemos olvidado al protagonista de la composición más hermosa que ha dado esta tierra, abolimos la presencia de una persona que morirá como vivió, sin ninguna lágrima de arrepentimiento:

Nos hablaron una vez cuando niños,
cuando la vida se muestra entera,
que el futuro, que cuando grandes,
ahí murieron ya los momentos,
sembraron así su semilla
y tuvimos miedo, temblamos,
y en esto se nos fue la vida.”

Aún así, los que gozamos con su presencia, y hemos sido testigos de su poesía viva, no nos arrepentimos ni ignoramos su existencia. No, jamás lo haremos. Porque soy parte del sueño que repartió por años Gatti con su guitarra, soy parte de sus poemas y de sus lamentos. No cualquiera, en estos tiempos, se da cuenta de eso. Esta generación con sus mentes remolinadas, les costará comprender lo que escribo.

Atrás quedó esa triste Luna que tanto admira Eduardo, su triste copa de vino que hoy nadie quiere beber. A veces tiendo a imaginarme lo triste que se debe sentir Eduardo cuando su querida Luna no aparece y cuando se da cuenta que él va desapareciendo junto a sus rimas, junto a su guitarra. ¿Acaso no logran imaginarse tal trágica escena?

Pero como hemos pensado todos alguna vez en nuestras vidas, los grandes existen y esos sobreviven al olvido. Uno de esos, es Eduardo Gatti. Es por eso que me gustaría ir a su casa, golpear su puerta suavemente, mirarlo y decirle: Gracias. Me salvaste la vida en momentos cuando yo no podía hacerlo.

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