El 23 de abril se ha celebrado internacionalmente el Día del Libro, y recordamos ahora cuántos esfuerzos realizan en todo el mundo por profundizar y extender el hábito de la lectura, maestros, padres, colegios, universidades, en fin, todas las instituciones encargadas de la transmisión de la cultura a las nuevas generaciones. El esfuerzo se dirige especialmente a los niños y adolescentes, edades en que se fijan -o no- los hábitos de lectura. Sin embargo, la preocupación es general: ya no se lee, o se lee muy poco. En nuestro país la queja viene de las Universidades: los alumnos que ingresan a ellas, en una alarmante generalidad, no saben leer, no entienden lo que leen y son incapaces de hilvanar un par de oraciones con sus sujetos y predicados en forma clara. Por supuesto, esto tiene una incidencia evidente en el pensamiento: quien no lee, no piensa bien, no tiene ideas; quien no piensa bien, no habla ni escribe bien.
La lectura va fijando en el lector una masa rica y maleable del vocabulario cotidiano y cultural, lo va llenando de ideas, así como va formando su propia manera de decir y explicar su mundo, su forma peculiar y característica de expresión, es decir, su estilo. Esto es lo que significará, al final de cuentas, su personalidad. Una persona que lee tiene una personalidad clara, vigorosa, expresiva, atrayente. Quien no lee, desarrolla una personalidad vaga, insegura, opaca frente a las exigencias del mundo que lo rodea. El que lee podrá tener una participación activa en la transformación de sí mismo y de la sociedad; quien no lee será siempre un individuo pasivo, que será arrastrado, por su ignorancia, a donde otros quieran llevarlo, sin saberlo él mismo. Por lo tanto, todo lo que se haga por incentivar y favorecer la lectura siempre será bien recibido.
Desde hace unos años que estamos –ya jubilados- radicados en Pica. Los años de la vejez nos piden tranquilidad, lejos de Iquique y “del mundanal ruido”, al decir de Fray Luís, y la salud nos pide un clima seco. El paraíso: Pica. Y en esta comuna rural, a propósito de lo que venimos diciendo, hemos encontrado una celebración del Día del Libro realmente ejemplar. Un Café Concert Literario en el Liceo Padre A. Hurtado, con lectura de poemas, cuentos, canciones, incluida por supuesto, la cultura aymara. Una anciana madre –de un Club de la Tercera Edad- que nos emocionó al escucharla leer, con voz firme, clara y cristalina, los poemas de su hijo, el Profesor Osvaldo Estica. Profesores, alumnos y apoderados participaron activamente en todo. Y al día siguiente, la participación ante la comunidad del escritor Héctor Hidalgo González, autor de libros para niños, quien explicó en forma sabia y muy amena qué significa escribir y qué significa leer.
Leamos más. La lectura nos transforma, nos hace mejores, activa nuestra imaginación y nuestra inteligencia. Los escritores necesitan lectores activos que coparticipen con ellos en la creación de un hombre mejor y de un mundo nuevo, donde la ignorancia –que destruye y mata- no afinque nunca más sus raíces.
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