Desolación Camiroaga

Columnista invitada: Tamara Mora Stuardo

«Cuando dejas una ventana abierta, suele entrar el viento, aún cuando la cierres, si el viento ha de querer entrar, buscará las rendijas en las que pueda filtrarse para hacerte saber su presencia.”

Durante años de lunes a viernes hubo muchos que abrieron las ventanas de su hogar de par en par, a este jocoso y encantador personaje de voz suave y de aspecto recio, simpático y varonil, Felipe Camiroaga, este símbolo sexual con el que desde la adolescente impúber hasta la dueña de casa soñaban, pues él sabía como ganarse la admiración jugando muchas veces con la ambigüedad de su estado civil. Lo cierto es que más allá de cualquier tipo de rumor referente a su sexualidad, a su vida con innumerables parejas, a su excéntrico y hasta freak modo de vivir la vida, tenía un punto de encuentro con el que el televidente, el chileno (a) de clase baja, media, media alta y alta (es una humorada hablar de estatus, lo hago en tono sarcástico) se encontraban, él se volvía entonces algo más que un personaje televisivo, se volvía alguien cercano, casi un familiar.

¿Qué sucede con esta conmoción nacional de niveles insospechados, impensados que colman de congoja nuestra angosta faja de tierra? ¿Cómo se concibe de una forma semi lógica (por no hablar de absolutismos) que desde el Director ejecutivo del canal estatal de mayor relevancia en el país, hasta el comerciante ambulante, el limpiador de autos, la cuiquilla pelolais, el wachiturro de la población, la dueña de casa y el empresario exitoso lo lloren como si de un familiar se tratase? ¿Qué cosa es la que  detona en el fuero interno que motiva que hasta los antagonistas de su imagen y que en  más de alguna ocasión destruyeron su imagen como es el caso de la farándula, se enluten dramáticamente? ¿Cómo se explica este pesar chileno?

Podría enumerar mil cosas con respecto a las cualidades del fallecido Camiroaga (y eso creo sería redundar en algo que la TV ya se ha encargado de exponer)  para justificar esta tristeza colectiva, sin embargo he preferido enfocar mis esfuerzos por encontrarle sentido a este desconsuelo colectivo apelando a lo que conscientemente podríamos llamar memoria sensitiva chilena.

Y sin enfrascarme en tecnicismos que complejicen la información, este inside me ha llevado a  considerar que en el día a día cada mortal impopular se ve absorto en su rutina, desde que da a luz el alba son muchas las cosas que por simple costumbre solemos hacer, ocupamos nuestro tiempo en devenires particulares que varían desde nuestros hogares, trabajo, estudios, recreación, pareja, hijos, familia, hobbys, deporte, etc. A todos nos motivan ideales y metas personales, solemos inconformarnos con nuestro destino en más de alguna ocasión y la mayor parte del tiempo la vida de otro es mejor que la nuestra, rara vez apreciamos nuestra vida con los tonos que tiene.

No escribe en este momento ninguna fanática de Camiroaga, no resarciré sus cenizas explayándome en cualidades que no conocí y que me es imposible constatar de forma alguna, no hablaré sobre sus enormes y grandes cualidades, sólo diré lo que estos años de existencia me han hecho pensar sobre este personaje que SIN ser cercano, como a muchos, les ha afectado su partida.

¿Quién no siente admiración en algún mínimo grado por un sujeto que a diferencia de muchos, vivía como quería, sin importarle mayormente lo que el mutante popular pensara? ¿Cómo volver la mirada sin considerar que él al menos fue consecuente con lo que pensó al no querer casarse, no caer en el control social de los hijos y familia constituida? ¿De qué forma evita este horrendo suceso hacernos pensar en la fragilidad de una vida que desperdiciamos en cosas mínimas? ¿Cuál es la sensibilidad del chileno que puede empatizar a un grado tan profundo para vestirse de negro y sentir dolor por un sujeto ajeno? ¿Es ese quizá el punto en cuestión, el punto de encuentro, donde nuestras vidas tan distintas, donde se unen nuestros credos, donde se olvidan nuestros estatus sociales, nuestras condiciones físicas, económicas, los romances, donde todo lo oído y visto se hace a un lado para parir algo más trascendental que es la vida?

¿Qué hay de cierto en las palabras de aquella mujer que dijo que Felipe había sido quien la había visto desnuda más veces que nadie? Totalmente de acuerdo con esa analogía si analizamos lo transversal que era la imagen pública de Felipe para cada chileno, podías encender la TV y verlo lozano y fresco un lunes por la mañana (cuando todos solemos tener cara de destrucción masiva), o bien verlo en un estelar con la mejor pinta que te hacía babear ¿Cuándo lo público se fusiona con lo privado? ¿En qué momento nos permitimos sentir familiar a un sujeto que sólo veíamos ocasionalmente por la TV? (o en mi caso como en el de muchos, ni siquiera eso) ¿Es como la metáfora inicial el caso, y Felipe fue el viento fresco que por años se coló en las rendijas de nuestra vida?

¿Hay una sana catarsis de la televisión estatal promovida por un equipo desconsolado que perdió a 5 miembros de su equipo o es morbo por rating? ¿Qué hay con el dolor de cada dueña de casa que efectivamente iniciaba sus labores viendo a Felipe? ¿Y el resto de nosotros que sin estar en medio de la vorágine respiramos el aire fúnebre? ¿Cómo se lidia con una pérdida que como país se siente enorme? ¿Qué Sras (es) es lo que esto nos viene a enseñar a cada uno de nosotros, esclavos de la cotidianeidad y la rutina?

Los clichés van a ser siempre los más manoseados y dichos en este tiempo, no seré menos en este caso tampoco, si personalmente he de dimensionar algo (que no es lo mismo que aprender, pues dimensionar implica hacer consciente la información) es;

Que la vida es demasiado corta ¿Cómo para qué?

Como para no perdonar

Como para no amar

Como para no reír

Como para no llorar

Como para no sentir

Como para no valorar

Y como para no despedir a alguien que nos enseñó que se puede vivir como se quiere y no como el resto espera.

Descansa en Paz Felipe ­­

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