Instructivo para Navidad

Es cosa de mirarlos andar. Van con mucha prisa y muy sudados. No piensan y no observan. Simplemente miran adelante como si fueran caballos de carreras. Ni siquiera los villancicos ni el espíritu navideño los hacen cambiar: es la gente, son los ciudadanos.

La transpiración transita por sus frentes y se les nubla la mirada. De vez en cuando se marean y van por un combustible. Después de eso, siguen caminando, imitando a la Fórmula 1. La bomba invisible que ronda entre sus piernas puede explotar en cualquier segundo, y es necesario llegar de la forma más rápida a destino.

Desgraciadamente, la navidad no tiende a cambiar las cosas. No importa si somos religiosos o seres apáticos. Simplemente seguimos siendo los mismos de siempre: individuos que nos vamos realizando conforme a las fechas de los años y ante las mareas comunicacionales.

Si esos dos tópicos nos dicen que debemos donar plata, allá vamos y lo hacemos. Si nos dicen que hay que abrazarnos y tomar champagne, allá vamos y lo hacemos. Si nos ordenan rezar tres Aves Marías por la crucifixión de Jesús, allá vamos y lo hacemos. Muy pocas cosas podemos hacer por nosotros mismos. Siempre nos gusta que nos manden, sentirnos protegidos bajo el alero del fuerte.

“¿Qué hacer entonces, qué?, hermano con hermano preguntaban”. Pues, yo digo que en la noche de navidad destapemos el añejo vino de papá y prendamos ese marchitado cigarro para satisfacer el vicio. Que pensemos que la vida es una tómbola y que, a veces, es bueno vivirla – y meditarla – sin la restricción omnipresente de la autoridad.

Que en la mañana vayamos al parque y nos acostemos en el pasto. Que observemos cómo se van fusionando las nubes y que imaginemos que estamos en el Woodstock mientras Jimmy Hendrix o Janis Joplin rompen los esquemas. De seguro que esos minutos valdrán mucho más que los de un ser apresurado y sin corazón.

Que nos vayamos a dormir pensando que el día fue perfecto y que somos personas excepcionales. Sólo de esa manera – y como tantas otras más – podremos pasar una feliz navidad sin la necesidad que interfiera Papá Noel, las casas comerciales y el gasto sin discriminación.

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