Encierro

Columnista invitada: Daniela Romero

Si hay algo que admiro en las personas, por sobre cosas archimanoseadas como la consecuencia, el sentido de la justicia, el equilibrio o la honestidad, es vivir poéticamente. Porque puedes ser bueno, compasivo, recto, una verdadera estampa de bonhomía, pero si no eres capaz de vivir poéticamente, estás condenado a desarrollarte en dos dimensiones.

Entiéndanme, no pretendo que tomemos el camino del poeta maldito, lloremos cuando una hoja cae de su rama, nos paseemos con el libro del vate de turno bajo el brazo o a cada afirmación ajena retruquemos con un pasaje de Yeats, Trakl o la mismísima Pizarnik. No, no es el bohemio pasado a caca o una versión mejorada de Pohlhammer (que no es muy complicado, digámoslo). Tampoco es el tipo lúdico onda La Vida es bella con los nazis encima y aún así somos súper chispeantes y ocurrentes.

No es hacerse el loquillo, ni ser pobre, sufrido, ni aferrarse a valores o ideales que carecen de sentido para algunos de nosotros, sino efectivamente el vivir de manera poética. Tomemos el caso de Sainte Colombe de la película Todas las mañanas del mundo. Un hombre brutalmente parco e inexpresivo y que, voluntariamente alejado de los centros de difusión cultural era capaz de sensibilizarse con su proceso de creación, con las experiencias vividas y volcarlas en su cotidianeidad y , claro el tipo era músico, en su trabajo.

Suena raro, sí sé.

Suena difícil, también estoy de acuerdo.

Pero para muchos, vivir de acuerdo a algo que le apasiona, ser fiel a eso y trascender a través de la búsqueda de la belleza y/o la verdad (debate largo, ni lo intenten) es parte inalienable de sus existencias. No lo hacen para mostrarlo al resto, es una misión propia. Su objetivo no se alimenta o decae por la aprobación de los demás, es algo que quieren hacer porque no pueden evitarlo, no para convertirse en mesías o consolidarse dentro de un medio en particular.

Eso es, precisamente, lo que hace que me parezcan admirables estas personas. Porque es sencillo optar por el poco vuelo. Porque convengamos que si eres abogado o contador – cualquier trabajo en el fondo – y no eres capaz de vivir poéticamente, por favor, toma tus cosas y retírate. Sólo estás ocupando espacio y oxígeno. Y haciendo menos de lo mismo.

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