Por Elliot Choluz Morfi
El estreno del documental Puto Chile será un hito recordado por quienes asistimos a su exhibición. Los que la hayan visto comprenderán que más allá de la técnica y la forma, esta película será considerada como de culto y su director, Alejandro Saavedra, como un género en particular.
Sentado en primera fila, Saavedra me agradece la presencia, para luego disculparse por los errores técnicos que contiene la película y pedirnos que nos fijemos en la historia.
Personalmente no soy amigo de Saavedra. Lo conocí cuando a mis 15 años quise hacer un festival de cine (al cual no llegó ningún cortometraje), él fue el único que me apoyó junto a su radio Neura. Luego de unos años, cuando logré fundar el FICIQQ junto a Leito (el mismo de Pub Rockstar) y a Kathy Harder, Saavedra comenzó una larga batalla en contra de nosotros por recibir financiamiento de una empresa minera. Ofensas, peleas groseras contra mi socia y burlas mutuas en medios hicieron que nuestra relación desapareciera.
Durante ese periodo Saavedra buscó de todas las formas para poder financiar su opera prima ficción, recuerdo que hizo un par de casting, lo promocionó con bombos y platillos en su radio y diarios locales, hizo un videoclip donde interpretaba el single promocional Puto Chile In Inglish todo con el único fin de conseguir recursos, cosa que nunca pasó, esto llevó a la decisión de hacer un documental que mostrara el intento de un hombre (Saavedra) por querer levantar la voz por Tarapacá y denunciar el abusos de las mineras y mostrando sus intentos por conseguir financiamiento para su ficción que no pudo concretar.
La película parte mal, con una secuencia grabada desde un celular en formato 3gp, y pésimo audio (este factor se repite en casi toda la película). Pésimos encuadres y un montaje tan delirante con transiciones de video clip de grupos Sound. La película tiene dos partes, siendo la segunda la más rescatable. La primera nos muestra la denuncia contra las mineras por secar Tarapacá, mientras que la otra, nos muestra a Alejandro Saavedra tratando de financiar su película.
Los cameos de rostros es algo que me llamó la atención, vemos a Mario Mutis, Marco Enríquez-Ominami entre otros, que no aportan en nada al desarrollo narrativo de la obra sino que son meras excusas para que la película tenga rostros. Todos estos registros parecieran ser ocasionales, por ejemplo, me encuentro en la calle a Alfredo Castro y me grabo saludándolo y le digo que estoy haciendo una película y que quiero que él me de su respaldo, luego pongo eso en mi documental.
Hay partes tan delirantes como la escena con Daniel Alcaíno, donde Saavedra le muestra videoclips promocionales de Puto Chile para que este acepte unirse al proyecto mientras que Daniel le dice “quiero leer el guión”, Saavedra responde “Sí, igual se puede cambiar”, Daniel remata “Deja leer el guión”.
La película tiene una gran variedad de formatos delirantes, desde videos por celular 3gp, vhs, mini dv, video 8 y hd, eso es otro punto que me gustaría mencionar, la estética y técnica es importante en una película, en esta película no importa, hay que contar la historia como sea.
Termina la función, hay aplausos, salgo a tomar aire, viene Saavedra, agradece que haya asistido, le digo “eres un género” y es ahí donde apunta este análisis. Quieran o no esta película ya forma parte de nuestra memoria fílmica regional, quieran o no, esta obra será una película de culto. Saavedra ya es un género, su película es él, tiene autor de alguna u otra forma y tiene una propuesta pobre, el mensaje se entiende pero se queda atrás con un guión débil, un montaje pobre y amateur.
Todo hubiese sido perfecto si esta película se hubiera ejecutado como corresponde, cuidando todos los detalles que involucra llevar a cabo una pieza artística, dándole un mayor profesionalismo a su obra y no un mero trabajo escolar como parece y lo es.
Nota: un avioncito de papel.
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